jueves, 18 de agosto de 2011

Mucho St-Malo (parte II)

St-Malo (continuación)

Un comentario importante sobre St-Malo. Es muy bonita, pero no es tan vieja: fue arrasada por los aliados en un 80% en las semanas siguientes al desembarco de Normandía, hasta conseguir que los numantinos alemanes finalmente se rindieran. La parte Intra Muros (que aquí se considera nombre propio de la zona amurallada) hubo de ser reconstruida durante las décadas siguientes a la contienda. Me parece un mérito asombroso, y una demostración de voluntad por conservar las señas de identidad pese a haber sido físicamente destruidas. ¿Recordaría St-Malo su pasado corsario y comerciante de la misma manera, si en la reconstrucción hubieran hecho un fiasco de hormigón, renunciando a recuperar aquello que distinguía a la ciudad? Yo creo que no. Desde luego hacerlo así resultó mucho más caro; pero yo veo pasar los euros aquí de mano en mano que da gusto… Yo diría que también desde el punto de vista económico ha sido rentable.

Dada la importancia de este capítulo de la vida de la ciudad, me parecía importante acercarme al Memorial 39-45 (no hace falta que explique la temática, ¿no?). Se encuentra extra-muros, en la otra punta que delimita la entrada al puerto, frente a la zona amurallada. Para llegar a él tengo que cruzar parte del puerto industrial, y recorrer el malecón del otro St-Malo. ¿Qué significa esto? Que también hay un St-Malo más pobre, que parece no recibir el dineral que se queda en el interior de las defensas militares, y que tiene una playa más fea (de hecho está dentro del puerto deportivo), y unos edificios en primera línea más estropeados, de contraventanas desportilladas sobre unas fachadas que necesitan una mano de pintura. Puedes realizar ese recorrido entre las casas y la playa, de extremo a extremo de ésta, sin encontrar un solo turista. Y tampoco hay muchos locales, la verdad, pero haylos.
Para estos “hermanos pobres” también han construido una piscina que impide que el agua que acude en la pleamar se retire con la bajamar. Y ese es el mar de estos olvidados de la geografía turística.
Por cierto, en el puerto deportivo se aprecia divinamente lo que os decía ayer sobre la intensidad de las mareas por estas latitudes:

Cuando llego al memorial, aprendo alemán en el acto: durante unos segundos he jurado en la lengua de Goethe, porque la última visita era a las 17:00, y eran las 17:02 y no había ni el tato, y la porte, fermé. Joder, no es posible que a las 17:00 estuvieran aquí esperando, les hubiera visto desde 200 metros de distancia. Putain!
Como una exhalación me recorro los alrededores, y finalmente les encuentro y me uno. Menos mal, porque si no el paseíto de 30 minutos, ¿por qué?, que diría un portugués (uno en particular, sí).
St-Servan es una península rocosa donde se encontraba el antiguo asentamiento romano de Cité d’Alet. En el siglo XVIII construyo sobre ella el Fort de la Cité, y en 1940 los alemanes hicieron de él un búnker espeluznante, con artillería como para borrar Francia del mapa, protegida por muros y techos de hasta 4 metros de espesor. La cantidad de razonamientos explosivos que hubieron de utilizar los aliados para “convencerles” de deponer las armas, ingente. Los destrozos en el exterior son notables; el interior, inmaculado. Sabían construir estos tíos.
La visita está bien, pero la película de 45 minutos que te ponen de postre, es como para haber pedido cicuta. Realmente aburrida (he agradecido la oportunidad para echar una cabezadita, pero casi me dejo la nuca) y además innecesaria.
Lo que sí ofrece St-Servan es otra vista excepcional de la St-Malo amurallada, desde otro punto; eso sí, con la compañía en todo momento de alguna de las posiciones de ametralladora alemanas, que ahí siguen, contemplando la vida de “tiempo de paz” pasar ante ellas como si tal cosa. “A todo se acostumbra una”, deben de estar pensando.

De vuelta a la fortaleza, en la rampa de bajada a la playa por la que, sólo con bajamar, se puede acceder a pie al Fort National (con cuidado de que para la vuelta no haya vuelto a subir la marea, porque te quedas allí 6 horitas), encuentro un sitio pelín cutre pero donde veo que la gente está disfrutando unos grandes cuencos de mejillones. Y como tocaba ya, pues a ello, con una cerveza bretona que le he aceptado al hombre por no hacerle el feo (desde ese momento le he caído bien al hombre y ha sido majete). Estaban bastante buenos, con su salsita marinera que rematas luego a golpe de cuchara. Y el cuenco es tamaño familiar: vamos, que se creen aquí que uno como el mismo número de mejillones que de pipas. ¿Harán lo mismo con las sandías? Pues he cumplido como un hombre (o miembra) y he dejado sólo las cáscaras, por indigestas. 14€, para el que lo quiera saber, que luego hay que echa de menos datos prácticos.
Con el estómago lleno, paseíto al alba, y me encuentro con una representación callejera de una versión de media hora, y en clave de humor para toda la familia, de Los Tres Mosqueteros. En el “escenario” sólo dos actores, sin decorado, sólo algo de vestuario, y entre los dos se han metido al público en el bolsillo desde el principio. Realmente, daba gusto ver su entrega y su pasión.




Y ya era más que tarde para llegar a la hora acordada a la casa de esta noche, y parió la abuela. Al ir hacia el parking (palabra que iba ya al coche), paso por la puerta de una pequeña galería donde tienen dibujos, acuarelas… Todos del mismo autor; y reparo en una serie de ellos que están acompañados de un ejemplar de periódico en el que, junto al correspondiente artículo, aparecen estas ilustraciones. Los temas eran fundamentalmente políticos, y el tono, muy ácido. Pero mostraban una gran capacidad de análisis, en mi opinión. Vamos, que me han gustado. Y el tío me lo ha notado y nos hemos puesto a hablar: era el autor, que es ilustrador, y hace trabajos para prensa, especialmente canadiense. Su mujer, allí de cuerpo presente, con la que también he hablado, viaja a Madrid la semana que viene (ya les he dicho que yo no voy a estar), y me han estado preguntando por museos (como si los que vivimos en Madrid hubiéramos vuelto al Mueso del Prado una vez obtenido el graduado escolar… Yo voy al Reina Sofía, que es donde montan las exposiciones de fotografía). Gente muy maja, que me ha recomendado algunos pueblos por aquí, con atractivo, y sin turistas. El nombre de él es Wojtek Kozak (www.wkozak.com), por si os interesa echar un vistazo a su trabajo. Yo no le he hablado del blog, que me ha dado vergüenza hablando con un artista de verdad… pero el viaje se lo he contado.

Y pasado de la hora más de 10 minutos, monto al coche y (para ir al grano) me pierdo en la noche cerrada de St-Malo; pero perdido, perdido.  Ni un alma en la calle; ni una señal realmente útil (Toutes directions por todas partes, ¿para qué sirve eso?). Conversaciones telefónicas con mi casera de hoy, pero yo era incapaz de decirle dónde estaba, como para decirme ella hacia dónde girar… Finalmente he llegado, evidentemente.
Pero he llegado a la casa de Psicosis. Fuera de St-Malo, noche cerrada, iluminación viaria inexistente, granja aislada en medio del campo… Y me recibe un salón vacío, con algo de luz (ninguna en el exterior, gracias a Dios llevo linterna), y un ruido que parece llegar de la puerta que da a la cocina. Me acerco a ella… Bonne soir… Silencio. La empujo y me asomo: Bonne soir…. Nada, sólo un ruido como de agua correr, detrás de una puerta más. Y de pronto ésta se abre y aparece una señora de unos 70 años, con el pelo alborotado (propio de estas personas que están seguras de estar peinadas porque recuerdan haberse pasado el cepillo hace 3 días, porque si te fijas bien, sí se adivina que esa cabellera una vez tuvo una forma definida), sonriente (demasiado, de hecho, como fumada)

-  ¿Tú eres el que se había perdido?, me dice. Afirmativo, pero ya me he encontrado.
-  Mi hija se ha ido a dormir, pero no te preocupes que yo te enseño tu habitación. Mira, este es tu sitio para desayunar mañana, de 8:30 a 10:00. – me dice al volver al salón.
Estupendo, esta parte la imaginaba. ¿Podemos acabar ya?

- Vamos, te enseño tu habitación.
La habitación es de traca: rural total; he visto habitaciones como esas en Castilla, con muebles de la época de Maricastaña combinados con lámparas de metacrilato, muestra de la última vez en que quisieron hacer un esfuerzo por la modernización, que dejaron inconcluso, claramente. Pero todo está limpio y estoy cansado. Cuando salimos de la habitación le pregunto por el Wi-fi.

– ¿Lo qué?, me responde.

- Nada, que buenas noches…
De vuelta al salón:

- Mira, este es tu sitio para desayunar mañana, de 8:30 a 10:00.
Hostia, esto ya me lo ha dicho. ¿Estará bien esta señora? Y aparece la hija, con la que había hablado yo por teléfono, no demasiado recriminatoria por la hora, la verdad, y encima haciendo voluntad de hablarme en inglés (todo un gesto en estas tierras).
En fin, que en los cinco minutos siguientes de intercambio de información y buenaventuras, oigo como 3 veces más aquello de mi sitio del desayuno y su horario, y empiezo a pensar que la mamá está como las maracas de Machín, y que mejor la llave echada por dentro y un ojo abierto. Si leéis esto (aparte de demostrar un gran valor, porque mira que ha quedado largo), es que probablemente he conseguido salir de aquí y engancharme a una conexión wi-fi. Si no, por favor, que alguien me riegue las plantas. Gracias.

1 comentario:

  1. Espero que tengas fotos de la casa, de la habitacion, de los pelos de la señora y de la mesa del desayuno....yo quiero verlas!
    M.

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